No sabe nada.

Sabe cómo romperme y coserme,
besarme en las heridas mientras duelen,
desprenderse de mí y volver a mis brazos
una y mil veces.

Sabe cómo convertir la soledad en estrellas,
la música en cosquillas, taquicardias y sonrisas.
Sabe hacerme feliz a kilómetros,
dónde rozarme con palabras;
sabe, aunque desconozco cómo,
en qué momento aparecer y ocupar el vacío
donde dejó huella.

Sabe cómo alargar los días y los veranos,
hacer de la oscuridad luz;
crearme mil dudas y conquistarme, siempre,
por completo hasta la locura el corazón.

Sabe cómo enfadarme y envolverme;
cómo hacerme feliz y devolverme a la niñez.
Sabe cómo quererme pero no se acuerda
y aunque se lo intento recordar,
también me olvido.

Sabe cómo hacerme creer que la imposibilidad
es tan sólo un paso más, que no es tan imposible.
Que la distancia no significa olvido
y que las despedidas no siempre lo son.

Sabe cómo hacerme añicos y cómo volverme ciclón.
Agitarme y convertirme en mar;
cómo hacerme sentir canción.

Sabe de qué color pintar mis miedos, mis ilusiones y mis pesadillas.
Sabe cómo mantener en equilibrio mis sueños funambulistas.

Sabe de muchas cosas... Incluso hablar con mi almohada.

Pero no sabe que le quiero,
y por eso después de todo,
no sabe nada.



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