Mi velero.

Ella es ese velero que siempre baila sobre el horizonte.
Ese velero que desfila por la cuerda que separa
mar y cielo, que los une y los diferencia.

Es ese velero que viaja sobre el vaivén de las olas
en cada fotografía que incluye un trozo de mar,
que es el protagonista de cada verano a los pies de una playa.
Ese que hace que sueñes con querer vivir junto al mar,
para poder verlo siempre cada mañana por la ventana.

Ese velero que significa que la vida sigue en marcha,
que el planeta sigue girando en su órbita,
que el verano puede alargarse todo lo que haga falta.

Ella es ese velero porque está siempre.
Siempre, siempre, siempre.
Y porque además de ello, existe;
y baila sin saber y no por gusto,
por el ecuador de mi vida cada día y cada noche.

Y joder, qué bonita surca y va y viene entre todo el azul
del mar de su nombre.

Qué pena que estéis tan ciegos para no poder verla.
Qué pena que no tengáis abiertos los ojos del corazón.

Dice que navego en su corazón contra viento y marea.
Y yo digo que echaría el ancla e izaría velas
si yo fuera velero con tal de estar un rato más
a su vera.

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