Al final sí fue tan guapo.

Puede que estas sean las primeras y últimas líneas que le escribo.
Que dentro de unas horas olvide su cara o que esta ciudad nunca haga de pañuelo,
y nunca más vuelva a verle.

Puede que nunca me invite a dar un paseo y me sienta como si estuviese volando en una nube. Que nunca me saque a bailar y me crea la protagonista de una de esas películas en las que tanto he querido vivir, ni me bese y me convierta en un castillo de fuegos artificiales. Ni duerma con él y viaje al paraíso.

Puede que nunca lleguen a mí las raíces de sus brazos, ni conozca sus distintas tonalidades de azul ni sus gestos o manías cuando está enfadado, feliz, contento, triste o enamorado... Que nunca conozca mejor sus palmas de las manos que las mías, todos sus senderos y sobre todo sus atajos.

Puede... Pero era tan guapo que me basta imaginarlo para que se me ponga el corazón de gallina. Tan guapo que debía de dolerle la cara cada día. Era tan guapo... Tan guapo de esos que no son tan guapos, pero sonríe y se vuelve el que más. Y ya no existe el autocontrol y da igual que el mundo entre en guerra y en total destrucción. Da igual porque él es guapo y en ese momento te está mirando y su boca es el túnel al que deseas entrar, aún sabiendo que dentro no vas a encontrar luz.

Era tan guapo que desearía ser aire para rozarle la piel y luz para reflejarme en sus ojos. Música para resonar en sus oídos y almohada para acariciarle la cara, verle dormir y mantenerle a salvo de las pesadillas.

Lo cierto es que creo que no era tan guapo, pero mis ojos lo hicieron guapo de más en el momento que me sonrió. Y lo cierto es que reflejado en mis ojos estaba muy guapo aunque puede que él no se lo crea. Y qué descaro ir por el mundo con tanta tranquilidad como si no fuera guapo. Como si no quitase la respiración. Como si no hubiese hecho que me temblara el pulso como a una persona que sufre de Parkinson.

Puede que nunca sepa su nombre pero ojalá signifique paz en griego por todas las guerras internas que causó en mis adentros.

Puede que yo no olvide su cara y él ni siquiera se fijara en mí.
Quizá no fuera tan guapo,
pero lo cierto es que sí.

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