Como lo hacías tú.

Uno siempre va a querer volver a donde fue feliz, por eso el día que la vida se llevó a mi abuela, yo deseaba desde antes de recibir aquella llamada volver a sus brazos. Ahora he comprendido que por mucho que corras y trates de llegar a tiempo, por mucho que corras para que la vida no se te escape de las manos, no avance el mundo sin ti..., por mucho que evites llegar tarde a todos lados en todo momento, el tiempo no atrasa ni un segundo por ti para complacerte. No avanza más despacio para concederte un último favor. El tiempo avanza, la vida corre, el mundo se mueve... Contigo o sin ti. No eres una constante ni tan siquiera algo relevante, tan sólo una incógnita que se puede despejar y despreciar. A veces tan sólo un fallo en la ecuación.

Comprendí que uno siempre va a querer volver a donde fue feliz, y que si tuviese los ojos cerrados volvería conociéndose el camino y el número de pasos. Sabina comprendió en Macondo que "Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver" e insistía pero yo creo que estaba totalmente equivocado. O quizá no y sólo lo esté yo.

Lo cierto es que creo que Sabina no estaba en lo cierto porque siempre voy a querer acudir a mi abuela cuando la encuentre en cada mujer mayor sentada en un banco de espaldas a mí. Veo su pelo blanco y creo que es -ella-, la veo con su vestido azul oscuro pero cuando la mujer se gira y puedo verle la cara mejor, sé que no es -ella-. No eres tú, abuela. Ya nunca serás tú. ¿Cómo ibas a poder serlo? Ojalá pudieras.

Creo a pies juntillas que aunque no estés en cada rincón de vida que tú llenaste, en tu mecedora, en tu cama, en la cocina, en la calle tomando el fresco cada tarde sentada en tu silla... Aunque no estés, sí lo estás. Sólo que no visible en carne y hueso a mis ojos; aunque como decía el pequeño Principito... "Lo esencial es invisible a los ojos". Y tú siempre has sido esencial.

Por lo tanto, sé que aunque no estés, lo estás y lo estarás. En cada ojo gris que observe, en cada cabello blanco, en los vestidos largos de verano...

Estás en cada rincón de este mundo que pisaste y llenaste con tu corazón. En cada instante que retuviste entre tus ojos.

El único sabor amargo que descansa en mi boca es que aunque estés en todas las mujeres mayores que encajan con tu descripción, ninguna de ellas ya me mirará, ni mucho menos me abrazará... Como lo hacías tú.

Y no hablemos de tus empanadillas ni de la suavidad de tus manos, ni tan siquiera de tu arte haciendo ganchillo.

Ninguna,
como lo hacías tú.


Comentarios

Entradas populares de este blog

En el centro.

Por escuchar tu voz.

Las batallitas.