Todo esto me volverá a ocurrir.

Alteraste y deformaste mi corazón
como un hola y adiós en un portal.
Sin un "¿mañana nos vemos?"
ni beso previo.

Echaste la puerta abajo de mi parcela,
la pisoteaste sin darte cuenta y te marchaste
dejando tus huellas y todo embarrado.

Mis ilusiones son de cera y se derritieron con tu calor,
con tu sonrisa de oreja a oreja y el baile de tus manos.

Me conquistaste y me rompiste el corazón con sólo ser
y yo no pude hacer nada para evitarlo; si te cedí todos mis bienes
cuando te sentí agarrado a mi cintura y creí que ahí había algo.

No había nada, como siempre.
Tampoco eras tú, ni nadie.
Nunca.

Supongo que te agarras a todo lo que encuentras por si se produce un terremoto,
o nunca has chocado con alguien
que pierde la cabeza por unas manos y unos ojos,
por unos lazos que se estrechan y ahorcan
hasta quedarse sin pulso.

Me imaginé escondida en tu barba de vikingo
y sentí que levitaba con el humo
del cigarro que te besaba en la boca que te sabía a las tantas cervezas de turno.

Te pensé durante un día y te busqué entre todos, pero ahí tampoco estabas tú.
Te esperé al otro lado y no volvías... Y te di las gracias por la luz.

Me encariñé con tus detalles en tan sólo unos segundos,
te conté de más y te miré de menos...

Y menos mal que me marché a tiempo...
Porque esperaba que tal vez fueras tú el primero.

Imaginar un futuro sin conocernos me enseñó que:
- Tengo que aprender a dejarme el corazón en casa.
- No puedo salir con estos sentimientos tan débiles ante cualquier luz de neón.
- No puedo querer tan rápido ni olvidar tan lento...
- No puedo seguir sufriendo...

Y que todo esto tan sólo es un aviso previo
de algo que me volverá a ocurrir.

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