Me llamaba.

Me llamaba "chiquilla" y yo no sabía dónde meterme
si no era entre sus manos.

Me llamaba por mi nombre,
y no había pareja de baile más perfecta
que la que formaban mi nombre y sus labios.

Me miraba y tenía la cara llena de besos,
la boca llena de abrazos y aquella noche
los fuegos artificiales brillaban en sus ojos
estrellados.

Me llamaba, me giraba...
y las eles salían por la puerta bailando.

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