Ni siquiera los árboles nos separaban.

A M. por no soltarme en Madrid.
Por ser, estar, existir.



He caminado pasito a pasito por las curvas de tus manos.
Me he bañado en tus ojos, he dormido en tu boca
y me he perdido por el bosque de eucaliptos de tu pelo.

Me he escondido en tu ombligo, me he sentado
en tus clavículas a jugar a las cartas y
he protegido tus heridas para que no se infectaran
como si fueran mi vientre y albergaran un hijo tuyo.

He aprendido a leer en braille con tus lunares,
saltado en los charcos de tus lágrimas
y jugado a la rayuela en tu espalda.

Agarrada a tu brazo zigzagueábamos al mundo,
y ni siquiera los árboles nos separaban.

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