Desvaríos varios para nadie.

Me parecen tres otoños demasiado poco
para todo lo que te echo de menos cada día.
Quinientos días juntos no me parecieron ni un suspiro,
quinientas noches sola, al menos una vida.

Diecinueve días un beso corto,
una mano en el hombro,
un te quiero pero no todavía.

Se ve que no fue suficiente tenerte todo un verano
en mi cama, tampoco soñarte hasta tener pesadillas.

Podría haberte bailado encima,
con los pies descalzos sobre tu pecho
y aún así habría seguido haciendo frío polar
por tu corazón congelado.

Los domingos me suelo jurar que cambiaré
de ruinas y dejaré de hablarte,
pero cada lunes recaigo y la caída
me dura hasta el sábado por la noche
cuando me baño en alcohol como si se tratara
de una piscina.

Al fin y al cabo no eras para tanto,
ya lo sé... Lo sé. Pero hiciste temblar
todos mis cimientos y te volviste okupa
de mi corazón sin pagarme el alquiler
ni tan siquiera los daños.

No eres para tanto,
pero sí pluscuamperfecto.

Tu boca es la cueva que busca el superviviente sin descanso,
la isla a la vista en un naufragio,
la Perla Negra para Jack Sparrow.

Tus ojos son dos faros en alta mar,
dando pestañeos de luz en plena tormenta con el mar agitado.

Eres más que todos lo que los silencios saben callar.

Me he tragado todos los espejos
que reflejaban tu nombre
para así acordarme de ti.

Ahora no dejo de vomitar cristales,
y no sé cuándo dejaré de hacerlo;
pero por si nunca más vuelves a escucharme,
que sepas que me está cortando la garganta el eco de tu voz.

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