El incendio de 1999.

La última noche de 1999,
todos creían que el mundo iba a llegar a su fin.
Por eso cerraron sus cortinas, se encerraron en sus casas
para hacer el amor antes de que llegase el fin del mundo
y los encontrase muertos.

Aquella noche, el blues de B.B. King sonaba en el cielo
y las estrellas bailaban tililando a lo lejos.

Sucedió el mayor incendio de todos los tiempos.
Era yo, ya sabes cómo soy, siempre he sido fuego.

Tú solías soplarme, siendo aire, para que conquistara
el mundo, devastara todos los campos, llegara
de un lugar a otro en cuestión de segundos.

Pero aquella noche, a diferencia del resto,
estabas cansada de lo nuestro y querías apagarme
para que dejara de ser fuego.

Empezaste a soplarme con fuerza, mientras yo
apenas sin aliento, intentaba propagarme con más fuerza.
Alcanzaba más y más hectáreas, no dejaban de sonar sirenas
y aumentaba el número de helicópteros
y camiones cisterna.

Estaban todos contra mí, hasta tú. Quién lo habría dicho antes,
si siempre habíamos sido tú y yo contra el mundo.

Te dejaste las ganas soplando y te mezclaste con el agua.
El único deseo aquella noche era que quedase todo
calcinado, pero que el fuego se apagara.

Ya no me querías, se te veía en los ojos.
Todo el amor se lo había llevado tu aire.

La última noche de 1999 el mundo no llegó a su fin,
abrió el sol el 2000 con todo calcinado.

Yo ya no existía.
El aire, tu aire, acabó apagando el fuego.

Me acabaste apagando.


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