Si me dices ven.

Comprendí que a veces el cielo arde y no hay bomberos que lo apaguen,
que a veces pides auxilio, gritas S.O.S
y hacen oídos sordos dejando que te ahogues
como quien nada entre tiburones a favor
de la corriente haciéndose el muerto.

Que a veces debes alegrarte
de que las canciones te recuerden a alguien,
porque así estará siempre, aunque no esté.

Que te echaría de menos
aunque no te hubiera conocido antes,
ni nunca porque ya existías en mi mente y al conocerte
sólo me bastó sonreír.

Porque ahora que te conozco y temo
desconocerte, quiero irme muy lejos.
Pero de ti, y que me sigas.

Porque el mundo se derrumba y nosotros
ya no somos los mismos.
Y yo no tengo tantas vidas para sobrevivir
a todos tus disparos.

Porque siempre te he escrito con los ojos
cerrados y el corazón muy abierto para que
te sintieras como en casa
y me llamaras hogar.

Pero no lo haces porque no me buscas,
ni me llamas. Deshaces nuestros lazos.

Quería decirte que si un día me convierto
en las historias que escribía sobre ti pero nunca te dije,
sal a buscarme. De veras, sólo tú sabrás cómo. Y aún más,
dónde.

Y si me encuentras, léeme en voz alta.
Hasta que vuelen las letras. Hasta que revientes.
Hasta que te tiemble la voz como quien se desata
el último cordón del corazón y teme que la otra persona
no lo retenga entre sus manos y se le escurra o lo deje caerse al suelo,
rompiéndose en mil pedazos.

Léeme hasta quedarte sin voz,
mis manos estarán esperando para agarrarte el corazón
por si decide ser resbaladizo como el jabón.

Léeme porque tal vez ahí, vuelva a ser yo.

Porque si un día me dices ven y vienes...
La próxima vez que vengas,
voy.

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