La música alegra el corazón.

Hace algún tiempo quería escribir sobre alguien.
Alguien atractivo a los ojos, con venas marcadas en
los brazos como toboganes y medias sonrisas
con forma de media luna.

Hace algún tiempo quise escribir sobre alguien
y encontré la excusa,
pero las palabras no fluyeron por mis venas,
no sobrevolaron mi cabeza buscando
la unión del teclado con mis yemas.

Me ha llevado un tiempo entender que
a veces aunque creas que no es el tema adecuado para escribir,
sí lo es, pero no era ni la persona ni el momento.

A veces es tan sólo cuestión de tiempo,
dejar que aparezca alguien, una noche de pronto.
Que te pille por sorpresa, que te haga bailar entre las letras,
que le dé sentido a la locura de tu cabeza.

A veces lo importante no es querer escribir
sobre alguien, sino la persona que te inspira
a hacerlo.

Porque esperar en stand by no es malo,
a veces es lo correcto. Esperar, porque la vida puede
cambiar en un momento y cuando fluye por tus venas,
sabes que ése es el momento.

Estuve mirando hacia el clarinetista equivocado,
y no me di cuenta hasta que no me encontré
en su respiración y sus manos.

Y ahí estaba yo, con una sonrisa de oreja a oreja,
escuchando cómo el clarinetista se alegraba el día
a sí mismo... Porque sólo el músico sabe describir
y conoce lo que siente cuando toca su instrumento.

Es como parte de él mismo. Un órgano más fuera
del cuerpo. Una necesidad como respirar,
como comer, como vivir.

Una necesidad para estar en equilibrio,
porque la música alegra el corazón.
Tal y como dice mi abuelo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

En el centro.

Por escuchar tu voz.

Las batallitas.