¿Alas, para qué las quiero?

Hay lugares que llegaron a ser casa
porque en ellos tú me estabas esperando.

Lugares en los que me dijiste "te espero aquí"
con la tilde señalando dónde habías clavado la bandera
como si el bar fuese la luna y tú un astronauta
emocionado.

Y en estos lugares, no eran las taquicardias las que me aceleraban
el pulso ni me aumentaban el flujo sanguíneo,
ni esos revuelcos de corazón...
Eran los maremotos de mi mar corporal
generando olas tan grandes que empezaban a venir surfistas.

Maremotos por saber que aquellas noches me esperabas,
sabiendo que yo no iba. Sabiendo que no iba a estar,
aunque tú el motivo no lo entendías.

Y pienso que siempre me quedo con las ganas
y juro que al verte las manos, el dolor siempre salta por la ventana.

Y pienso que tan sólo me bastan tus manos para que me crezcan alas.
Y a veces, tan sólo tus palabras.
Y con qué poco puede uno alzar el vuelo, si tiene sentimientos que lo agarran.

Y miro a Frida y lo mando todo al cuerno,
y pienso que alas, para qué las quiero...
si tengo tus manos para volar.

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