A ver si me ubicas.

No sé si ayer saliste y te encendiste,
ni si anoche te apagaste.
No sé ni dónde estuve yo.

Mi cuerpo en esta cárcel, eso lo sé.
Mi mente perdida, por las calles,
buscándote.

No me entiendo ni yo.
A ver si me ubicas, o al menos ayudas,
o al menos comprendes.

No a mí, yo no necesito tu ayuda.
Tan sólo me bastan tus labios.
Tan sólo para que me crezcan alas
y pueda volar a otra parte.

A ver si me ayudas. No a mí,
ya lo sabes. A mi mente para lograr
encontrarte.

Dónde te encuentras, ¿acaso lo sabes?
Dónde buscarte. Mándame señales.

Muéstranos tu mapa, lánzanos tus redes.
Márcame en las sienes dónde puedo encontrarte.

Márcanos las coordenadas de por lo menos,
tu ombligo y su oasis.

Las escaleras de tus vértebras que Dios sabe
a dónde conducen, al balcón de tus ojos,
o a la raíz de tu origen.

Las cuevas de tus costillas, las montañas
de tus hombros... Dios sabe a dónde conducen,
por dónde el sol se esconde.

Hazles una X en rojo.
Con el rojo de tu sangre.

El desierto de tu piel me confunde,
tu bosque de eucaliptos me absorbe.
No encuentro tu boca para surcar tus mares
del norte.

A ver si me ubicas
para lograr recorrerte. No a mí,
a mi mente.

Y yo iré tras ella...
cuando ella te encuentre.



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