La cicatrización, el olvido, la aceptación, la despedida..., todo es lento. El duelo y el paso de la herida, el cambio de su color, las lágrimas que ya no brotan más de una misma. El dolor en el pecho, los suspiros por no caber más vacíos, por no querer sentir más peso, no poder sentir más peso, porque en tu vida soy un espacio de más del que no te das cuenta y dejas pasar, perenne. Unas manos perdidas en los cajones, una intensidad tan fuerte que no te haces idea. Unas ganas de no querer verte pero de buscarte en los bares, las calles, las esquinas... ¿Cuánto tiempo se tarda en olvidar a alguien? A veces, toda la vida. Otras años, quién lo sabe. ¿Qué puedo hacer mientras tanto? Mientras veo tus fotos y me entra la pena, que se desliza por las paredes de mi pecho, y las mancha del color de mi sangre. Mientras quiero hablarte y no me lanzo, mientras respiro tras haber borrado tu número para no buscarte, para que mis manos no te busquen de noche an
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