Recordarnos.

Cuando hablamos
el tiempo parece que corre media maratón,
y parece que lo hace
con tal de que te quedes dormido.

Pero entonces, me llamas guapa,
y me lanzas un beso
de esos de un click de segundo
y se me acelera el corazón.

Los ojos me hacen chirivías
y por dentro los órganos me brillan
como si hubiesen dado vueltas en purpurina
de colores.

Y de pronto me dices
"yo querría tus manos",
y mis manos se mueven contentas
deseando envolverte.

Deseando sentirte,
como a un hijo que se lleva en el vientre
y se siente su vida al tocarlo.

Cuando hablamos
tus palabras son mi motor,
mi aire, y tan sólo me basta
una palabra para enloquecer
por tu cuerpo.

Tan sólo necesito eso,
tus palabras exactas
en el momento correcto,
y así una palabra tuya o una fila de ellas
me servirán de alas para echar a volar
hasta ti.

Y la esperanza se acomoda entre mis vértebras
y mis ganas de verte se tejen a sí mismas,
despacio, como una anciana en su mecedora
arreglando un antiguo jersey.

Y entonces, los dos sabemos
que la vida no nos hace coincidir,
y entonces tú me preguntas si lo nuestro es imposible.

Y no lo es, ahora te respondo,
si no queremos que lo sea.

Pero yo no sé si tú quieres,
y sólo el tiempo sabrá responder
a las preguntas complicadas
que surgen desde el corazón.

De pronto me preguntas
"¿cómo no acordarme de tus abrazos?",
y no sé si es cierto que echas de menos rodearme
y que tu cuerpo sea mi casa
y tus brazos mis cimientos.

Y antes de quedarte profundamente dormido,
y de que desee calmar tu pecho, cubrirte de caricias,
saborear el verano de tu piel y peinar tu corazón,
como si fueras un león dormido
que ruge dentro de mis venas...

Me hablas de que hace mucho que no nos vemos;
que no estaría mal recordarnos.
Y ahora a mí, que me falta el aire,
puedo decir que nunca he dejado de hacerlo.

Y te lo puedo demostrar
si un día deseas acurrucarte con dulzura en mi pecho,
porque al recordarte tengo las huellas
de todas las veces que has pasado de puntillas
por mi corazón sin desear quedarte dentro.

Porque eres un león que ruge dentro de mis venas,
y un pájaro libre que vuelve a la jaula
cada vez que la memoria le nombra
minutos antes de quedarse dormido.

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