Las hormigas también lloran.

Las hormigas también lloran,
y a veces cantidades inmensas
que no caben en sus cuerpos diminutos.

Lo sé porque hay días
en los que me vuelvo tan pequeña
y frágil como ellas,
y siento que los pies gigantes me van a pisotear
y dejar aplastada en el negro asfalto.

Y entonces zigzagueo y zigzagueo,
y me escurro entre las grietas,
y me escondo entre las flores y sus pétalos,
y descanso en los capullos.

Y cuando finalmente llego a un lugar seguro,
cuando me tranquilizo y el corazón se me calma
y la marea vuelve a estar estable,
es entonces cuando el silencio explota en mis tímpanos
y el agua se me escurre y formo charcos
que nadie alcanza a ver.

Me consuela que esta sensación también se pase.
Como también se pasan los buenos tiempos
y el creer que algo jamás va a poder ser
arrebatado de tus manos por nada, ni nadie.

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