"No quiero dormir solo".

Recuerdo cuando estábamos solos
en el bar de la esquina,
cuando todos alrededor hablaban entre ellos,
de sí mismos con sus historias y batallitas.

Tú me dabas a probar tu cerveza
y me mirabas, creo, los labios
y yo arrugaba la cara con la sonrisa en mi boca
al matarme su sabor amargo.

Mientras tú, atento y pacífico,
sereno y dulce, me hablabas
como si lo demás no existiese
y tus palabras llegaban como en una nube
a mis oídos.

Recuerdo que estábamos nosotros
entre los desconocidos
y me rodeabas como si fuéramos uno.

Y yo por dentro saltaba en mi cama,
mi corazón tocaba puerta por puerta
en todos mis órganos contento
mientras mi cerebro se daba de frente
contra mi coraza mientras se venía abajo.

Y entonces también recuerdo
que de pronto me miraste
y te iluminabas y la oscuridad al fondo,
y en tus ojos había unas chispas de luz
demasiado tristes.

Fue entonces cuando me dijiste
"esta noche yo no quiero dormir solo".

Entonces yo escuché campanas.
vi volar gaviotas,
acercarse el mar azul espumoso.

Y ahí yo dejé guiarme por tus pasos
y tus ganas, y tu extraña tristeza,
hasta tu cama para acercarme
a tus sueños.

Te tumbaste como si la paz del mundo
existiese y se encontrase en tu pecho
encerrada. Como si tus costillas
fuesen las paredes de una casa
y le diesen cobijo.

Y deseé que ojalá tu paz mundial
brotase de tus carnes para
sembrarse en el mundo,
y destruir los errores y dolores
de la historia y sus heridas
que no cierran.

Y cerraste los ojos y sentí
como si estuvieras despidiéndote,
como cada vez que nos damos dos besos
y yo acaricio con las mejillas tu barba
y me muero de ganas de tocarte la cara
y decirte "hasta luego".

Y al estar yéndome girarme
para volver a mirarte y lanzarte
un beso.

Pero entonces nada, no ocurre,
y nos decimos "adiós" mutuo;
y agacho la cabeza y las ilusiones
se me tiñen de negro.

Entonces cerraste los ojos
y comenzaste a soñar, supuse,
y deseé estar en tus sueños
construyendo futuros
sin dejar de quererte.

Y yo no pude dejar de mirarte,
no pude de veras, de imaginar
tu silueta en la profunda oscuridad de la noche.

Tu respiración era la brisa
que uno escucha cuando duerme en la arena;
y así pasé la noche, en tu cama,
como si aquello fuese el mundo reducido
y de veras sólo eso me bastaba,
que nosotros nos bastásemos juntos.

Y deseé que volvieras conmigo
a nuestro colchón-mundo reducido.
Y pasaron las horas y el sol
comenzó a atravesar los cristales
y a esparcirse sobre tu piel
convirtiéndote en una joya.

Y todas mis palabras se escaparon
de mi boca como golondrinas
que vuelan hacia otra parte al amanecer,
al pensar que me acosté con un humano corriente
y desperté junto a un hombre endiosado.

De pronto un gracioso aleteo en tus pestañas
comenzó a suceder,
volvías al mundo conmigo
y yo me sentía pletórica y muerta de ganas
por volver a mirarte y reflejarme en tus ojos
y verte de nuevo lleno de vida.

Y tus ojos se abrieron a modo de bienvenida,
al mundo, y yo por dentro pensaba que aquello
era una fiesta, y todos mis órganos volvían
a sus puestos, de nuevo, para llenarme
de sangre y latidos.

Ahí fue entonces cuando te miré y te dije
"no he podido dormir". Y por un momento
no entendiste nada, pero de repente
en tu cara algo cambió.

No comprendías por qué
y pensaste que quizá habías sido el culpable,
quizá por moverte de más
o hablar en sueños, o nombrar a otra
antes de conseguir dormirte.

Y mientras tu piel brillaba,
mis ojos se fundían a fuego lento en tu mirada
y el mundo se reducía al colchón que nos rodeaba,
ahí fue entonces cuando en tu cama, a tu lado,
yo te dije creyendo que no sabría decirlo
sin que la voz no se me quebrara.

Y sin que mi coraza no volviese a acompañarme
y construirse alrededor de mi pecho:
"no he podido dormirme porque estás aquí;
y porque no me lo creo".

Y ahí entonces yo sentí
que había algunas lágrimas brotando de mis ojos;
y volví a despertarme
y entendí que había sido un sueño.

Comentarios

Entradas populares de este blog

En el centro.

Por escuchar tu voz.

Las batallitas.