Sí, pero no quiero.

«Sí, pero no quiero.»
Y en el fondo sí querías, admítelo.
Pero tenías miedo y el miedo es eso
que mueve el mundo y nos hace pequeños.
Eso contra lo que tenemos que luchar cada
mañana y eso que tenemos que haber vencido
antes de irnos a dormir.
El miedo no nos puede ganar,
debemos resistir.

- Deben de quererte mucho - tú dijiste.
- No me quieren, me quiero yo, que es 
distinto. - respondí yo.

«Entonces tendré que quererte» respondiste,
e igual que el resto no lo hiciste. Y lo hice yo.

Te salía demasiado caro quererme, ya lo sé.
Cargabas con deudas de un amor anterior.
No llegabas a fin de mes, y ése es el problema 
del amor. No puedes meterte en una hipoteca
si no tienes seguro querer vivir en esa casa siempre.
Y menos si sabes que no vas a poder pagarla,
en este caso, querer como hace falta.

«Querer como hace falta» digo yo y me explico. 
Todos necesitamos que nos quieran como necesitamos
y al final acabamos necesitando sólo querernos a 
nosotros mismos. Le pedimos demasiado a otra persona,
demasiada responsabilidad y al final carga con nuestras 
culpas porque esperábamos más. 

Y nosotros cargamos con nuestros te quiero propios.
Y tal vez únicamente necesitemos eso,
querernos a nosotros mismos,
y nada más.

Y tú no querías quererme, no querías intentarlo.
Aunque yo creo que lo que no querías,
era tener miedo.

Quiero dejar constancia de que viniste cuando
no te esperaba, pero sí esperaba que ya no te
fueras.

Viniste para decirme todas las palabras que 
no quería escuchar. Es imposible predecir las bocas
y las mentes aunque fuera predecible el porqué
de tu llegada.

Fue inevitable el desgarro de tus palabras en
mi garganta. Me hiciste unos cuantos nudos 
y me quedé sin habla.

Antes de irte,
verte en la puerta agarrando el manillar,
me sentó como una ducha de agua fría
en pleno invierno. Me dejó tiritando,
desconcertada.

¿Habías vuelto para esto?
¿Para hacerme daño?

Pronunciaste las palabras y corrí hacia la
ventana, pero ya habías desaparecido.
Así que eché a correr hacia el cajón,
saqué el revólver y apreté el gatillo.

Tú no me harías más daño.
El daño me lo haría yo.
Muerta yo se acabó la rabia de tu huida,
muerta yo ya no hubo más miedos.

«No todo son miedos,
también se trata de sentir o no sentir.
Podría quedarme y maquillar el sentimiento.
Sí, claro que podría hacerlo, ¿y de qué nos
serviría si ya no hay más remedio?
No hay necesidad de mentir y fingir.»

«Podría quedarme.»

«Sí, pero no quiero.»

Comentarios

Entradas populares de este blog

En el centro.

Por escuchar tu voz.

Las batallitas.