Al final todo vuelve.

"Dicen que cuando sueñas con una persona,
esa persona también está soñando contigo.
Así que espero que esta noche, hayas soñado 
conmigo, te acuerdes, te mueras de ganas de
decirlo y a nadie se lo puedas decir."


El dolor siempre vuelve.
Vuelve, todo vuelve.
La vida se parece a una espiral porque
al final, todo acaba volviendo.

El suicida vuelve al puente,
el soldado a la guerra, el policía al tiroteo,
el asesino al lugar del crimen,
el dolor a la herida, y el amor...

El amor.
No sé qué es eso.
No sé si es materia, tampoco si es
intocable o transparente.
No sé si es comestible ni si posee olor.

Tal vez el amor no vuelva igual que antes,
tal vez vuelva despeinado y caótico,
o convertido en vagabundo pidiendo algo
de limosna para poner en marcha su pobre
corazón. Tal vez vuelva vestido de traje
y corbata sujetando un ramo de flores.
Tal vez el amor vuelva transformado en más
amor o convertido en oleaje. O se vuelva anticiclón,
o tal vez borrasca.

No lo sé.
Cada vez que el meteorólogo hablaba,
yo te miraba a ti y no al mapa del mundo al que
él señalaba. Buscaba en ti dónde iba a hacer sol,
dónde iba a llover y qué temperatura iba a hacer
hoy, y también mañana.

Siempre he tenido la culpa por mirarte tanto.
Mientras los religiosos miraban al cielo buscando a Dios,
yo lo buscaba en tus ojos.

Volviendo a donde estaba,
siempre me desvío hacia ti cada vez que puedo
y acabo hablando sólo de ti.
Volviendo,
no sé qué es el amor.
¿Tú sí lo sabes?

Guardamos a la vez el corazón.
Quisiste sacarlo y no encontraba mi llave.
Te cansaste de esperarme y al final lo sacaste.
Supongo que en ese momento,
supiste lo que era el amor.

Sabes,
un día creí haber conocido el amor.
Justo el mismo día en el que te conocí a ti,
qué cosas.

El amor llevaba una camisa de cuadros, azul,
tenía las manos cálidas y le bombeaba el corazón
en cada vena que se le marcaba en la piel.
Bostezaba cada cinco minutos cronometrados de reloj
y me miraba con ojos cansados de buscarme.

Me miraba a los ojos pero atravesándome.
Pero eso sólo lo sabíamos los dos.

El amor se mordía el labio inferior con sus
colmillos afilados, llevaba barba de unos cuantos
días y ojeras tan marcadas como pozos.
A cualquiera le habría encantado acercarse al borde
para conocer su profundidad.

El amor olía a café descafeinado y a nicotina.
No llevaba reloj porque prefería vivir a destiempo,
y también querer de esta forma.
Se le notaba en la forma de moverse,
en la forma de sus brazos.
Parecía estar esperando el momento.

Se le movían impacientes las pupilas,
sus ojos parecían dos planetas orbitando alrededor
de un sol humano.

El amor me miraba a mí y sus iris brillaban.
Comprendí que era yo ese sol humano sobre el que él
orbitaba. Me había elegido a mí entre todos los soles
del mundo. Había elegido mi sistema solar.

Había estado esperándome sin dormir,
de ahí sus dos pozos profundos.
Condenándose con cafeína y tabaco por no
encontrarme. Pero por fin me había encontrado,
 y estaba tan cansado que no le salían las fuerzas
para forzar una sonrisa de felicidad.

Pero hasta así estaba guapo.
Llevaba la felicidad y la sonrisa
escondidas, y sólo los dos lo sabíamos.

Me acerqué con cuidado y me puse de puntillas
porque era algo alto para mí. Comencé a tocarle
la cara con sumo cuidado. No como si estuviera
acercándome a un león y tuviese miedo de que me fuera
a morder, sino con cuidado por si se rompía.
Parecía tan frágil...

Le acaricié las mejillas, los párpados y la nariz.
Pasé mis dedos por su barba y descendí hacia la barbilla.
Y entonces, le besé.
Primero la barbilla y luego los labios.
Besé al amor.
Y en él te encontré a ti.

Como he dicho antes,
un día creí haber conocido el amor,
creí saber lo que era el amor. O es.
Ya no sé en qué tiempo escribir.
No sé si estuve en lo cierto o confundida.

Un día creí conocerte y saber de ti
porque tú eras amor,
o eres.

Ya no lo sé,
se me ha olvidado con el tiempo.
Pero tengo claro que ese tiempo volverá y me acordaré.
Porque al final,
todo vuelve.

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