¿Alguien quiere ser mi bisturí?

Un día de estos voy a dejar de nombrarte. Gritaré muy fuerte tu nombre y te dejaré en el aire, en cualquier parte, lejos de mí. Ojalá no vuelvas y yo me haya ido y no sepas cómo ponerte en contacto conmigo. Y me busques, y me rebusques, y me sigas buscando por todos los caminos. Y no me encuentres y empapeles la ciudad y no te sea suficiente.

Y empapeles el mundo y te falten más planetas.
Ojalá te mueras por encontrarme y yo ya no quiera.

Tengo que extirparte sin anestesia de mí. Yo misma. ¿Alguien quiere ser mi bisturí?

No creo que un clavo saque otro clavo, creo que si introduces uno dentro para sacar el clavo que te hace daño, al final, se te acaban quedando dentro ambos. Y dos duelen más que uno. Y aunque tu clavo me duela, me escueza, me esté necrosando la piel de alrededor, es mejor quererte sólo a ti que intentar querer a alguien más y duela el doble.

Te odio por ser cómo eres, porque en el fondo no puedo odiarte porque me gusta cómo eres. Odio que eso me guste y odio no poder odiarlo. Te odio. Ojalá pudiera creerlo y dejar de querer encontrarte.

No me buscas y no te odio, te quiero, pero también quiero olvidarte.

Te clavaste tú solo dentro de mí. Descubrí un agujero en mi pecho y allí estabas tú escondido al poco tiempo de conocerte. Coincidimos tan rápido que íbamos más deprisa que el tiempo. Por eso al final se nos fue de las manos y yo no consigo olvidarte.

Se te hizo tan fácil marcharte... Como si nunca hubieras tenido tus pies grabados en el cemento de mi vida. Pisaste cuando estaba recién mojado, sin darte cuenta y dejaste tus suelas marcadas en mí.

Es una historia similar a la de Cenicienta pero en esta historia el príncipe se ha olvidado el zapato. O mejor dicho, sus huellas. Yo sí te conozco, aunque prefiero pensar que ya lo único que conozco es desconocerte. Y no sé si lo has olvidado o te marchaste a sabiendas.

No sé qué hacer contigo. Pensaba buscar un príncipe cuyas suelas encajasen con las que me has dejado grabadas. Pero no tiene sentido. No si no eres tú. No era el zapato el que hacía princesa a Cenicienta, sino ella la que hacía que el zapato fuera de princesa. No sé si me explico. 
Ella le daba la cualidad al zapato, podría haber sido princesa yendo descalza. Eso mismo sucede contigo. Tú les das la cualidad a tus huellas. Sin ti tus huellas son sólo huellas. Y yo no quiero que me pise cualquiera, yo quiero estar bajo tu suela.

Y como fuimos más rápido que el tiempo porque nuestras vidas habían viajado paralelas desde tiempo atrás y ya estaban próximas a cruzarse, nos rozamos. Y ese fue el punto de conexión. El encuentro. Una noche en la que casualmente nos encontramos tú y yo.
El tiempo esta vez nos pillaba por sorpresa. Por primera vez él jugaba con ventaja y se reía de nosotros. Nuestro roce tan sólo consistió en una mirada y ni siquiera pude decirte adiós ni oír tu voz.

Creo que no puedo extirparte de mí porque desde esa noche llevo clavadas las espinas de tus rosas en el pecho. Las llevo clavadas por no haberme acercado a tu pecho en forma de abrazo. Creo que siempre me voy a morir de ganas de hacerlo.
Pero si no te extirpo, me vas a seguir doliendo. Y ya son muchos años en este bucle en el que no avanzo. En el punto muerto entre la nada y el todo.

No quiero buscarte más. Y aunque lo diga con toda seguridad, a veces sí quiero hablarte, porque quiero que me recuerdes. Pero no lo hago porque en el fondo quiero alejarme para que me busques y me encuentres. Y sé que ya no vas a hacerlo. Ya no. ¿Para qué? Nuestras paralelas ya no son paralelas. Ya están muy lejos.

El tiempo ha avanzado tan deprisa que nos ha dejado muy atrás. Tú has sabido avanzar, pero yo me he quedado en el mismo lugar esperando. Y no me marcho. No hasta que no des media vuelta desde donde estás y regreses. Pero no lo vas a hacer, ya lo sé. Y lo que me duele es no poder avanzar. No querer avanzar. Se han vuelto de hormigón mis pies y me pesan si intento dar un paso al frente.

De veras te odio. Bueno, ya sabes que no puedo, pero desearía odiarte.
Quiero extirparte porque no consigo hacerme inmune a ti. 
Continuamente estás mutando dentro de mí.
Quiero extirparte, sin anestesia.
Cuanto más duela, menos pensaré en ti.
Y cuanto más duela, mejor estará curando.

Quiero extirparte de mí. Por favor, tu clavo me está produciendo en el corazón gangrena. Por favor. ¿Alguien quiere ser mi bisturí?

Odio escribir sobre ti pero en el fondo me gusta escribirte, y ya no sé si quiero extirparte. 
Las heridas pueden ser sonrisas y el dolor puede ser cosquillas o muchas ganas de reír. O incluso mordiscos o el significado de vivir.

Tal vez te hayas convertido en el dolor más bonito del mundo. Y prefiero que no lo sepas.

Hubiera preferido que dejaras tus manos grabadas en mi cemento en vez de tus huellas, así al menos podría pensar que me estás acariciando. Y no que yo estoy bajo tu suela.
Siempre esa estúpida canción que hace que me acuerde de ti.
No sé cómo lo haces hasta no estando aquí.

Tu don se ha quedado haciendo eco en el tiempo y el espacio. O tal vez tan sólo ha cambiado de administrador. Ahora me toca a mí.

Tu don se ha quedado aquí haciendo eco junto a todos los acordes que un día me grabaste y hoy echo de menos. Menos mal que no eras especial. Menos mal que sólo eras uno más. Menos mal, sino no sé qué sería de mí desde que no estás.

Todo lo que soñé en futuro contigo, hoy lo estás viviendo en presente sin mí.
Se te hizo tan fácil marcharte que ahora a mí se me está haciendo difícil olvidarte.
Llevo años en ello. Creo que sólo voy a conseguirlo si consigo extirparte.
No necesito quirófano, ni anestesia, ni analgésicos, ni médico.

Sólo alguien que me sirva de bisturí y un bar en el que ahogar todo el dolor y revivir lejos de ti.

Quién me iba a decir que el irte, sin decir adiós, iba a dejar tantas palabras por el camino. Y tantas heridas abiertas que no cicatrizan, y menos con este frío.

"Con los cambios de estación puede doler... Ha sido un placer, buena suerte, apártese..."

Por favor, una vez más lo pido.
¿Alguien quiere ser mi bisturí?

Comentarios

Entradas populares de este blog

En el centro.

Por escuchar tu voz.

Las batallitas.