Para que nada nos separe, que nada nos una.

"Hay días en los que si me acercas la gasolina,
 yo cojo el mechero para prender fuego...
 A mis recuerdos."

¿Por qué la tristeza dura tanto y la felicidad tan poco tiempo?
Yo antes no pensaba en ti ni siquiera un segundo y ahora te concedo el primer papel de mis sueños. ¿Y sabes a qué se debe este cambio tan brusco? A que he pensado en ti y me he parado a mirarte. A observarte con detenimiento. No lo había hecho antes. Me he parado a mirarte y he acabado pensando en ti y una vez te has agarrado a mí sin darte cuenta, no puedo soltarte. Cuando paso por tu puerta inspiro para intentar olerte. Me parece estúpido e incluso me provoca la risa. Intento respirar tu olor sin que nadie lo note. Y lo hago porque sé que es lo más cerca que voy a estar de saber cómo hueles. De saber cómo eres ya no te cuento.

Hoy no sé de qué más hablarte si no es de mí. De ti no puedo porque no te he visto y no va a ser todo a diario imaginarte. Si quieres te hablo de medias naranjas que no echan de menos a nadie, pero estaría hablándote de mí. Así que ya sabes.

Para empezar, voy a contarte que me gusta el olor de las tiritas. Así que presupongo que me hechizaría tu olor, ya que me curas cada vez que me miras.

Creo que cuando tu puerta se cierra, una ventana se abre con tanta fuerza que se rompe. En este caso yo soy la ventana... Bueno, más bien mi cuerpo. Ojalá nunca lo acabes entendiendo.  

Soy tan sensible, tan frágil, que si me resbalara de tus manos sería capaz de romperme en mil pedazos. Y serían pedazos tan diminutos que serías incapaz de volver a juntarme. De todas formas, siempre ha sido más fácil tirar los trozos que encontrar el pegamento o la forma de pegarlos. La culpa la tendría yo por haber sido resbaladiza. La culpa la tendrías tú por haber sido tan cobarde.

¿Sabes? Con el paso de los años he comprendido que hay corazones que se resquebrajan de punta a punta solos. Sin haber ocurrido ninguna sacudida antes.
Lo sé porque el mío un día lo hizo mientras caminaba por la calle. Se me cayeron los dos pedazos al suelo y sonó como si un relámpago se hubiera estrellado sobre mí. Todo el mundo comenzó a mirarme lamentando mi pérdida. Nadie se acercó a consolarme, sus miradas lo decían todo. Decían, pero no abrazaban. Yo ni siquiera pude agacharme... No fui capaz entre tanta gente rodeándome. Me marché y lo dejé ahí tirado partido en dos como cuando tú me rompiste diciéndome adiós y te fuiste sin ni siquiera recogerme y ponerme en un rincón. Ni siquiera me tiraste al cubo del contenedor.
No sé si hubieras acertado en el tipo de contenedor. Yo voy en el de materiales frágiles, como el vidrio.
Igual tenías miedo de tirarme al contenedor por si me rompía en más pedazos y uno de ellos salía desprendido y te atravesaba la yugular. Preferías verme morir mientras tú salías victorioso de los infiernos.

Pienso que las personas vacías, al igual que las casas, no deberían estar vacías nunca.
Pero entonces llego tarde. Como siempre.

Tropecé con mis andamios y caí en mis propias ruinas. Destrozándome los huesos en la colisión.
Creo que un día de tanto escombro van a salir murallas a través de las cuales no podrás verme.
Llevo tanto tiempo cayendo que ya no se me desgastan las rodillas.
Llevo tanto tiempo cayendo que ya sé cómo caer en picado con la mente y sonreír. Aunque sigo llorando del daño que me hace reír.
Llevo tanto tiempo cayendo que voy a acabar aprendiendo a vivir en el suelo, para al caer de nuevo sobre él, abrazarlo y que así el impacto se haga eterno.

¿Sabes qué creo? Que cuando se produce una oscuridad, en otro lugar tiene que crearse una luz. Es un claro ejemplo. Por eso debe existir el Universo. 
Ojalá algún día vieras cómo te absorbe el agujero negro que tengo en el corazón. Le he visto capaz de absorber cualquier fotón de luz que se acerque a mí proviniendo de tu cuerpo.

Ojalá algún día pueda irme tan lejos que los monstruos tengan que buscarse otro lugar fuera de mí o aprender a convivir conmigo. ¿Sabes lo que te digo?
He oído sollozar de forma inaudible a algunas guitarras de noche en tiendas de música abandonadas. He entendido por qué sollozaban. Y lo sé por qué yo lo hago por el mismo motivo. Nadie las toca... Nadie se aprende su tacto de memoria.

Y este dolor puedes tapiarlo como si de un cadáver se tratara. Puedes deshacerte de él.
Pero lo tapiado se acaba pudriendo y lo podrido huele más. 
Por eso pienso que llorando es la única forma de empaparlo todo y que el olor del dolor no vaya a más.

Nunca sabrás que tengo planetas en la espalda que al rozarlos con las yemas de los dedos, me duelen en los huesos. Nunca llegarás a no poder entender cómo después no aceptan a Plutón por pequeño.

Moriré en el olvido y no en tu recuerdo como tenía previsto. 
Sólo por nuestras piezas podremos ser recordados porque las piezas suelen unirse a otras piezas.
Pero las mías no encajan con las tuyas.

Y por fin, he acabado comprendiendo de tan poco mirarte y tanto imaginarte que
para que nada nos separe,
que nada nos una.


Comentarios

Entradas populares de este blog

En el centro.

Por escuchar tu voz.

Las batallitas.