Tú querías subir, yo quería quedarme abajo.

"No sólo te busqué por las calles.
También lo hice por los balcones porque
conocía tu gran pasión por las Alturas."

En la nochevieja de 1969 recuerdo que estábamos tan borrachos que cometimos el grave error de conocernos. Aunque para mí, por esos tiempos, era la casualidad más bonita que me había ocurrido jamás. Recuerdo que tú ibas con tu gabardina color crema y yo llevaba mi vestido favorito que me llegaba hasta las rodillas y las dejaba al descubierto. No nos conocíamos pero nos paramos en el mismo escalón de unas viejas escaleras mecánicas. Aquella noche las escaleras de nuestra parada en la estación del Norte dejaron de funcionar y nosotros coincidimos en el mismo escalón y nos quedamos quietos. Como si nuestros cuerpos ya hubiesen estado planeando horas antes aquel encuentro y tuvieran planeado el segundo en el que tenían que dejar de funcionar. Estábamos tan cansados que nos sentamos, juntos. No sé cuánto tiempo estuvimos callados, pero recuerdo que finalmente yo me acurruqué en ti y tú me rodeabas con los brazos. No sé durante cuánto tiempo estuvimos dormidos abrazados. Al despertar recuerdo que me estabas acariciando las rodillas y te miré extrañada. Me contaste que te encantaban mis rodillas, que eran suaves y muy graciosas. Yo sonreí. Al verme sonreír recuerdo que me dijiste que mi sonrisa te encantaba más que mis rodillas y que era la más bonita que habías visto hasta ahora. Supongo que todo aquello lo dijiste porque aún estabas borracho. Ni siquiera ahora sé si aquello que dijiste aquella noche era totalmente cierto, pero yo te besé en los labios porque me moría de ganas de hacerlo.

Aquella noche nos conocimos y en aquellas escaleras juntos comenzamos a mover el mundo.

Recuerdo el movimiento de las agujas del reloj avanzando a cada segundo. Recuerdo no haber notado el paso del tiempo en aquella estación. La aguja daba un paso al frente. Tic. Volvía a esconderse. Tac.
También me recuerdo dando golpes al reloj para que el tiempo corriese hacia ti y así poder encontrarme antes con tus manos cuando nos decíamos adiós. Recuerdo la suavidad de éstas y la suavidad de tus callos de haber estado durante un par de años dando clases de guitarra en el conservatorio.
Recuerdo que el tiempo empezaba a hiperventilar a tu lado. Se estaba asfixiando. Pedía a gritos que volviéramos a estar separados.

Siempre he pensado que el tiempo tenía celos de nosotros. De que mientras él se asfixiaba, nosotros nos oxigenáramos. Siempre nos gustó matar al tiempo sentados en aquellas viejas escaleras que no llevaban a ningún lado. Abrazada a ti, el tic tac de mi reloj se volvía inaudible, me olvidaba de su existencia. Sólo podía escuchar el latir de tu corazón. El tic-tac de todas tus células funcionando, de tu sangre volviendo y marchando de tu corazón.

Recuerdo que una noche en aquellas viejas escaleras, en silencio, apagados, nos sentimos extraños. Estuvimos hablando de qué ocurriría cuando las escaleras volvieran a ponerse en marcha con nosotros allí sentados. Recuerdo que yo no querría subir por si nos llevaba por caminos contrarios. Teníamos miedo a subir de la mano y acabar distanciados.

El día que dijiste que aquello no daba para más, se pusieron aquellas escaleras en funcionamiento.
Tú querías subir, yo tenía miedo.

Sabía que las terminaría soltada de tu mano y que te vería marchar hacia otro lado. Hiciese lo que hiciese, te iba a perder pero yo no quería subir y quería que tú te quedaras conmigo abajo.
Aquellas escaleras que tantos besos habían oído. Tantos silencios y tantos latidos. Aquellas escaleras suponían el fin de lo nuestro, cuando tiempo atrás habían escrito el principio.

Me quedé abajo agarrada a tu mano mientras comenzabas a subir. No quería soltarte. No era capaz.
Subiste tan alto que nuestros brazos ya no eran lo suficientemente largos como para seguir siendo uno solo agarrados por las manos.

Comenzamos a soltarnos.
Me sentía como un guardacostas cuando debe dejar caer al profundo mar a quien desea con todas sus fuerzas salvar.

Yo estaba dejando que te perdieras en el mundo sin mí.
Tú me estabas dejando sola abajo en la oscuridad.

Querías subir.
Las alturas estaban antes que yo.
Te lo podías permitir.

Hoy he subido. He sido lo valiente que aquel día tú fuiste. ¿Y sabes qué me he encontrado? Que aquellas viejas escaleras no llevaban a ningún lado. Únicamente conducían a las escaleras que llegaban a abajo, a mí.
No creo que pudieras atravesar las paredes. Aunque las de mi corazón pudiste derrumbarlas sin las manos, sólo con los ojos, sólo con los labios.

He comprendido que al subirlas, te quedaste allí parado, frente a la pared. Haciendo como si te hubieras marchado a otro lugar.Y supongo, que cuando me marché de allí llorando, te atreviste a bajar.

He comprendido que yo no fui el guardacostas, sino que fuiste tú. Tú me dejaste caer al profundo mar. Y aunque al subir, fuiste consciente de que podías volver a bajar y salvarme, preferiste que me hundiera sola.

Mientras tú te mantenías por los aires,
libre,
ahora.


1969


Comentarios

Entradas populares de este blog

En el centro.

Por escuchar tu voz.

Las batallitas.