Ilusión óptica no paralela.

"Dicen que la soledad y el vacío nunca están acompañados.
Pero yo creo que el vacío y la Soledad van de la mano.
Y entonces Soledad no está tan sola 
ni el vacío tan en blanco.
En cambio tú, sigues sin estar a salvo."

La primera vez que te vi, tú ni siquiera sabías que te estaba mirando porque ni sabías que estaba ahí. Y en cambio yo, había caído en tus redes y me estaba sacudiendo moviendo torpemente las aletas y a la vez ahogando como si fuera un pez capturado. Me faltaba el aire. Tú te lo habías llevado. Notaba que me estabas apuñalando, aún sin darte cuenta de que yo existía. Sentí que eso se lo habrías hecho a más de una, y que jamás te fijarías en mí. Y no estaba equivocada.

Aquella noche fue la primera vez que soñé contigo. Te habías colado en mis adentros y ahora seguramente protagonizarías mis sueños. Recuerdo que nos imaginé en mil callejones oscuros de madrugada. Aunque nosotros juntos emitíamos algo de luz. Mucha luz. Nos imaginé en callejones de distintas ciudades de España con los ojos cerrados y guiados únicamente por las manos. Leíamos la ciudad con las manos y nos leíamos a nosotros mismos, como si nuestra piel fuera el papel. Y al abrir los ojos, no estabas. Me encontraba a oscuras en un callejón a las tantas de la madrugada. Y hacía frío, de repente. Mucho frío sin ti.

Mis amigos me decían: «Hay muchos peces en el mar». Y claro que hay muchos peces, yo eso ya lo sé. Pero no todos nadamos en la misma dirección. Algunos lo hacemos a contracorriente, como tú y yo. Y contigo parecía tan fácil... Y sin ti cuesta tanto...

La noche siguiente volví a soñar contigo. Recuerdo que te besaba en los labios y sentía que ya te había besado mil veces antes, sin ni siquiera habernos conocido. Visitábamos París y había un momento en el que estábamos en Berlín, tú en un extremo del muro y yo en el otro, locos por encontrarnos. Al final del sueño, yo empezaba a olvidarme de los recuerdos de París cogida de tu mano. Y lo último que recuerdo es que nos destruíamos a la vez que el muro de Berlín se caía a pedazos. Tú en un lado, yo en el otro. Sólo nos bastó una mirada. Nos miramos. Sabíamos que nos habíamos encontrado. Pero el muro cedió sobre nuestros cuerpos y de allí ya no había quien nos salvara. Nos convertimos en escombros... muertos.

El día siguiente te vi por la calle paseando con una chica. Seguramente sería tu novia. Lo confirmé cuando le diste un beso en la mejilla y luego pasaste tu brazo, el cual rodeó su fino cuerpo hasta acabar finalmente con tu mano en su cadera. Sentí mucha envidia porque seguro que ella no te sentía como yo te siento. Creo que nadie te sentirá como yo te siento. Ni nadie te querrá como yo lo hice y lo sigo haciendo.
Estabas en la acera de enfrente. Y mientras Lana del Rey me cantaba al oído en tono bajito "Ride", a mí se me resquebrajaba el corazón con el ritmo de tus pasos. Y al alejarte, sentí que llevabas mi corazón entre tus manos sin tú saberlo. Sin tú ni siquiera conocerme.
Te me metiste tan dentro... Metiste, sin tú saberlo, tus manos en mi corazón. Me lo arrancaste de cuajo y te lo llevaste, pero dejaste tus huellas dactilares en mi hueco vacío. Y ahora mi vacío eras tú. Vacío que me quería extirpar pero no podía... ¿Cómo te extirpas un vacío? Es tan intangible...

Me dije a mí misma que si no me lo podía extirpar, me enamorase de ti, hasta volverme inmune.
Y así fue como me enamoré locamente de ti. Sin conocerte.Y así es como me perdía en el negro de tus pupilas como si fueran un agujero negro cada vez que te movías alrededor de mí sin tú saber que me acercaba a ti para inspirar el aire que segundos antes habías espirado.

Tú estabas en el cielo. Yo en el propio infierno.
Pero aun así, mis amigos me decían que habían oído hablar de tu vida y de ti, y de esa información habían sacado una conclusión. «Tenéis vidas muy parecidas. Vidas paralelas. El problema es que seguís andando en paralelo el uno del otro, él no se da cuenta y tú no encuentras el punto en el que os rozáis y os conocéis.»

No había mucho más que decir.
Te juro que una vez estuve a punto de acercarme y presentarme. Pero contigo no había forma. Cada vez que me acercaba a ti, te deslizabas como si fueras agua o resbaladizo.
Me habría encantado estar bajo tu suela. Tú siempre ibas un paso por delante. Siempre dando zancadas grandes. Deslizándote entre las manos, intocable, como el aire.

Resultó que las paralelas (las nuestras), no eran tan paralelas. Sólo era una ilusión óptica constante.
No convergimos en el infinito. Ni tan siquiera nos rozamos.
Ni siquiera extendiendo los brazos pudimos llegar a tocarnos. Tú no ponías de tu parte.

Sólo se trató de una ilusión óptica de la que nadie me avisó que me dejaría un vacío agujero negro en el corazón.

Comentarios

Entradas populares de este blog

En el centro.

Por escuchar tu voz.

Las batallitas.