Portazos, borrones y nadie.

"Al final todo se acaba helando si
 no se frota un poco o si no se tiene entre las manos.
 Y cuando algo se hiela del todo,
 o se rompe o se queda intacto, helado.
 Al final todos nos acabamos quedando solos.
 Que te quedes solo antes o después depende un poco
 también de los microuniversos de los demás."


Hay personas que parece que no van a volver jamás y por arte de magia vuelven sin esperarlo y aunque sólo sea para un rato, tus órganos entre ellos se hacen cosquillas. Y los músculos faciales que se contraen cuando sonríes se coordinan para que sonrías. Y es que hay personas que a veces vuelven para un rato, otras para toda la vida. Y aunque las primeras, tú quieras que sigan haciendo magia toda la vida, lo importante es que durante ese rato, están. Son. Permanecen. Eso es lo que importa. Lo que importa es que vuelvan para un rato cuando tú pensabas que no volverían. Ese rato es el que cuenta. El que viene sin avisar y te enciende el corazón.

Porque cierras y tal vez sea el final. El final que siempre dijimos que nunca sería pero que ambos sabemos que será. Cierras y cierras bien. No de un portazo, sino con suavidad, cuidando la puerta para que no se estropee, para que puedas volver.
Porque quien cuida, está dejando claro que puede volver. Sino no se preocuparía tanto por aquello que le permite regresar. Pero quien da el portazo, puede que nunca se arrepienta porque no se preocupa por la puerta. No le preocupa si al volver, la cerradura va a estar cambiada o la puerta va a ser distinta. Cierra con fuerza sin mirar atrás. Y seguramente suspira. Tal vez ese sea el último suspiro en ese lugar.

Por eso, también hay personas que no vuelven jamás. Dan el portazo con fuerza y no miran atrás porque no se arrepienten. Una vez encuentran el punto de no retorno, no vuelven. Se borra el camino. Se olvidan. Se pierden. Tal vez lo borran ellas mismas con las huellas de sus pasos. Dibujan otras y borran las existentes. Entonces sabes dónde estás pero no cómo llegaste. Y tampoco sabes cómo volver a llegar. Y lo olvidas.
Borrando el camino es más fácil olvidar. Nada te recuerda a él porque ya no existe. Ya no encuentras las marcas de tus pies.

Él es de esas personas que no vuelven. Que sé que no van a volver.
Encontró el punto de no retorno como quien encuentra razones para marcharse para siempre. Y una vez encontrado este punto, el camino no existe. Se pierde. Y él se olvida de las veces que lo recorrió para verme y de que una vez esos pasos le pertenecieron.

El camino que lleva a mí ya no tiene pisadas. Parece que nadie ha corrido, saltado o bailado por él jamás y que todo lo vivido anteriormente ha sido un sueño fugaz. Ahora que tú no vas a volver y nadie se pierde buscándome, sé que nadie va a arriesgarse ni a ser capaz de encontrarme. Porque si no eres tú, sé que no va a ser nadie.



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