Puntos de no retorno.

"A veces no es llegar tarde, a veces es que
te apuntan la dirección y hora equivocadas
para que no llegues a tiempo. A veces los 
planes de huida no dejan cabos sueltos. 
A veces es mejor nada que un adiós
o un hasta luego."


De tantas veces que te he escrito,
creo al cien por cien que te he vuelto
inmortal y parece que ni siquiera veas raro
que al cortarte no sangres
ni tampoco te salgan heridas
de guerra.

Tal vez creas que es por ella,
por lo feliz que te hace,
y prefiero que sigas pensando así.
No quiero que sepas que te escribo,
no quiero que sepas que soy yo
todo el tiempo. Que he sido yo desde
el principio, desde el primer momento
y tú ya lo has olvidado.

¿Cómo se le llama a recordar frases
tuyas que ni siquiera tú recuerdas?

Llevo tanto tiempo escribiendo sobre ti
y tú sin saberlo que no sé cómo no
se te ha llenado la piel de letras
o el cuerpo de palabras.

No sé cómo no te has convertido en papel,
en un folio lleno hasta los bordes de palabras
en todos los tamaños, en cursiva, negrita
y subrayado... Veo que sigues siendo humano...
Aún no te he convertido en ningún cuento,
pero si quieres empiezo a escribir el argumento...

Nuestra historia se resume en que yo me quedé
en la estación y tú te subiste al tren con todas
tus ganas metidas en tu equipaje. Yo sigo
esperándote en la estación pero tú no tienes
billete de vuelta y tampoco piensas volver.

Dicen que si trato de hacer que te he olvidado,
entonces te olvidaré. Pero ¿y si no quiero olvidarte?
¿Y si no quiero extirparte? ¿Y si te quiero dentro de
mí?

¿Y si quiero seguir soñando con aquello que no
fuimos y deseé con los ojos cerrados vivir?
¿Y si te quiero escribir y convertirte en palabras,
hacer de tu piel papel?

Tal vez deseé por los dos pero deseé con todas
las fuerzas. Con los ojos muy cerrados,
las pupilas dilatadas por quererte
y el corazón desorbitado dando vueltas.

No sé si quiero olvidarte o quiero tenerte
en los pulmones como un enfermo quiere
tener su medicina porque la necesita para vivir.
No sé si te necesito para vivir o muero por necesitarte.
De todas formas, me matas de ganas.

Me queda una última bala en el revólver
y eres tú. Espero que no me duelas,
aunque sé que sí. Y de todas formas, cierro
los ojos, abro el corazón y aprieto el gatillo.

Ni yo me explico cómo pudiste ser tanto
para mí en tan poco tiempo. Pudiste o puedes,
aún eres mucho aunque no puedo contigo.

No puedo más contigo.
Por eso borro el tiro que acabo de pegarme por ti,
como si nunca hubiera ocurrido.

Ya no te conozco, y desde que no te conozco
estoy buscándome yo.

Hemos vuelto al punto de no retorno porque
has puesto a todo el mundo entre nosotros y
ya no nos conocemos. Nos vino demasiado grande,
conocer que ocupábamos la misma posición en
el tiempo y el espacio.

Y desde que te conocí,
siempre fuiste tú. El primero de todos.
El primer ser humano que dejaba sus huellas
en mi luna. El primero antes que el resto,
que el Big Bang o el Universo.

Siempre has sido tú, y desde que no estás,
nadie es nadie. Todos hacen lo mismo y ninguno
me mira. Ninguno me ve.

Y aún cuando entro al despacho del doctor,
sin que sepa los síntomas ni le dé tiempo
a pensar en el diagnóstico le pregunto:
¿es grave? porque creo que puede ver
desde muy lejos mi corazón
patas arriba.

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