Lo que late por inercia y revolotea sin razón.

Hay canciones que tienen partes
de personas y todas las que me gustan
tienen un trozo de ti.

Algunas tienen tus manos,
otras tus labios, otras tus ojos.

Mi canción favorita eres tú
porque estás entero
y no en trozos.

Suenan los primeros acordes
y provocas que circule un escalofrío
por todo mi ser. Suenan tus primeros
acordes, el batería empieza a chocar
sus dos baquetas y el cantante
pronuncia con los labios pegados
al micrófono "un, dos, tres..."

Se me eriza el vello y empiezas a sonar.
Duras tres minutos y treinta y cinco segundos
contados de reloj.

Y cuando te acabas,
sacudes mi vida por completo.

Arrasas conmigo
y es difícil olvidar tu mirada
entre tantos ojos similares
sin mirarme con detenimiento.

Pero más difícil es olvidar
unas palabras que se te grabaron
a fuego en los huesos.
Las palabras que componen tu estribillo
y le dan la forma de tu cuerpo
a tu canción.

Hay quien desnuda con la mirada
y quien lo hace con caricias
a través de las palabras y los
sentimientos.

Y cuesta mucho vestirse luego
porque los segundos te han demostrado
que estás más guapa desnuda;
y eres transparente, cristalina,
como el agua.

Todas las canciones tienen un fin
y cuando este fin llega,
no hay a lo que agarrarse.

Cuando te acabas,
mi corazón late por inercia
y mis mariposas revolotean de forma
irracional pero con razón.

Estás en constante reproducción
en mi memoria de forma inaudible
para que nunca te gastes,
ni te acabes.

Para que nunca termines
de ponerle el ritmo a mis latidos
y éste no sepa cómo
continuar el ritmo
sin ti.

Para que nunca te apagues
y mi corazón deje de latir.

Para que nunca dejes de ser
mi canción favorita.

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