Tormenta.

"¿Algo impone más que un folio en blanco?
Nada duele más que estar en blanco."


Recuerdo constantemente el momento en el que me dijiste: «Por dentro eres espectacular»
Recuerdo que también me llamaste "Impresionante".
Espectacular. Impresionante.
La Real Academia de la Lengua Española define "espectacular" como la cualidad de tener caracteres propios de espectáculo público.
Espectáculo público. Me río y me muerdo el labio constantemente con esa definición.
No llevo bien lo de hablar en público, rodeada de tantas personas mirándome esperando a que cometa algún pequeño error para lanzarme al precipicio que hay bajo mis pies. El corazón se me acelera y asciende hacia mi garganta. Se acomoda y me dificulta el habla. También la respiración.
Mi sistema nervioso simpático comienza una serie de reacciones que ponen fin a la eyección de mi saliva. Se me seca la boca y empiezo a temblar débilmente. Tal vez sí sea espectáculo de circo digno de ver el tembleque que producen mis manos. Aunque a mí no me hace ninguna gracia. 

Pero por ti...
Por ti habría sido capaz de bailar delante de todos y sacar a relucir mi cualidad de ser espectacular.
Sería capaz de recitar delante de todos en voz alta los versos que no te escribo pero que pienso cada madrugada cuando tú estás dormido.

Para ti era impresionante pero también imposible.
Como un libro abierto que contiene cuentos ilegibles.

Fácil de olvidar, difícil de sentir.
Yo soy quien aún te recuerda,
tú quien hace un tiempo se olvidó de mí.

Recuerdo una madrugada en la que estaba tumbada en la cama con el móvil en las manos. El reloj marcó un instante. La 1 y veintiséis de la madrugada.
Yo me levanté de la cama a causa del insomnio, miré por la ventana y vi tu sombra moverse por la acerca. Creí que cada noche saldrías a esa hora.
Me imaginé que podría ser el principio de nuestros encuentros... Sentía magia en las células de mi cuerpo.

Cada noche, a partir de la 1:26, miraba por la ventana por si te veía entre la oscuridad de la noche. 
Te esperé como una idiota durante muchas noches seguidas. De pie frente a la ventana con el corazón en la boca, asomado, muerto de ganas de verte. Y de besarte, como siempre he imaginado.

Al cabo de un mes, dejé de esperarte cada noche. No eras ningún príncipe por más que quisiera creerlo.
Ya no eras el motivo por el que me levantaba de la cama cada noche. No quería que lo fueras.
Quería que me espiraras con tanta fuerza que no te fuera posible inspirarme nunca más.

Yo tan sólo quería que las únicas arrugas que te salieran fuesen las de las comisuras de tus labios de tanto hacerte sonreír. A ti te importó lo más mínimo el terciopelo rojo de mi corazón. Ni siquiera te atreviste a tocarlo.

Esta noche no eras tú quien se movía entre la oscuridad. Sino yo.
Claro que tú seguramente no me habrías estado esperando despierto de pie tras la ventana.

De pronto, se encendió una luz en el cielo. Miré hacia tu ventana y vi tu luz.
Más tarde impactaste sobre mí rugiendo como un trueno. Cada vez más fuerte. Cada vez más rápido.
Cada vez más cerca de mi cuerpo.

Un segundo trueno sonó a la vez que cerrabas tu puerta. Perdiéndote en la oscuridad que se encontraba entre la distancia que nos separaba.

Me enseñaste a bailar bajo la lluvia. Una lluvia que cada vez sonaba e impactaba más fuerte. Las gotas frías sobre mi piel me recordaban al caminar de tus dedos gélidos a causa del frío invernal por mi cuerpo que tanto había sentido en sueños. 

Los truenos y los relámpagos se apoderaban del cielo mientras nosotros nos coronábamos reyes del baile en el suelo. 

Me enseñaste a bailar bajo la tormenta porque me prometiste que estarías cuando llegase la calma.

Y cuando la calma llegó y las nubes se marcharon derrotadas hacia otro lugar, ya no estabas tú. Desapareciste después de la última gota de lluvia, la cual cayó en mis labios como si fueras tú quien me estuviera besando.
Cumpliste tu promesa.  Estuviste cuando llegó la calma. Pero en mis labios. Como el río que encuentra su mar y ya se siente infinito.

Y ahora me encuentro mirando al cielo buscando las respuestas que esta noche no he encontrado.

Ahora me encuentro mirando al cielo y he comprendido que 
eras tú la tormenta.

Ojalá vuelva a llover pronto con tanta fuerza que impactes sobre mí como esta noche. Ojalá lluevas fuerte para que tu agua y mis labios se encuentren.

Vuelve a besarme como esta noche, Tormenta.



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