El Adiós.

"Los tanatorios son lugares fríos 
en los que el tiempo se detiene.
Pero cuando sales de ellos, las agujas del reloj 
se aceleran. La vida no te espera. La vida sigue sin ti.
Tienes que correr, sin haberlo asimilado del todo,
 para alcanzar a la vida.
Correr o perderla, sólo hay dos opciones. 
Correr o quedarte quieto
y ya jamás alcanzar 
el tren de vuelta."


Esperar el sonido de un coche que no llega.
Las buenas noches de un motor.
El sonido de unas llaves cerrando una puerta.
Unos pasos.
Los tuyos.
Un adiós.

Esperar a alguien que no espera.
Esperar sabiendo que hay dolor.
Esperar no es más que saber
que el viento va a cerrar de un portazo
la puerta pero tú en cambio,
la dejas abierta,
por si acaso el viento se para,
acaricia la puerta y no hay
dolor.

Siempre llego tarde.
Nunca tú,
siempre yo.

Siempre llego tarde
porque tú no me
esperas.
Como tú,
como yo.

Siempre tarde,
siempre en estado de espera
por mucho que el tiempo pase
y no haya
amor.


Amor.
Como los abrazos de
aeropuerto o los reencuentros
en noche azul.

Amor,
siempre tú,
nunca yo.

He notado mi propia
rotura interna al verte ahí,
en el fin del mundo,
llena de soledad.
En el fin del mundo, donde está
permitido llorar,
llevar flores cada día
y por último,
descansar.

Siempre llego tarde cuando
hablo de ti.
Siempre tiemblo cuando me pongo
a pensar en todo lo que tus manos
leyeron sobre mi cuerpo
y todo lo que a tus pies les faltaba por
pisar.

Agárrate el corazón que vienen
truenos, dije.
Te lo agarraste bien fuerte
y mirándome con ojos
temblorosos, dijiste
adiós.

Quería morir al lado del mar
abrazado por las montañas
de tu cuerpo,
mientras me mirabas y cosías
las costuras de mis sueños
deshechos.

Quería verte morir,
mientras yo me moría
por dentro agarrado a
ti.

Mientras el mundo daba
vueltas sobre nuestras
vidas y yo te decía
te quiero.

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