Sin miedos.

"Me cansé del "me quiere, no me quiere"
 y empecé a quererme a mí."

Aunque tú no lo sepas, nos decíamos tanto con tan sólo mirarnos... Las palabras sobraban y pasábamos al tacto. Nos encendíamos con las manos y erizábamos la piel con besos tras las orejas o sobre los párpados.
Nunca se te dio demasiado bien lo de hacerme creer en cuentos que ya estaban escritos y podían estar en otras manos. Tan sólo me creía los tuyos sobre nosotros, los que cada noche me contabas en la cama, antes de dormirme abrazada a ti tras tu espalda. Estaban llenos de ficción y amor, botellas de Champagne y burbujas de oro. Viajes a París desbordados de locura, en los que nuestro amor se volvía infinito dentro de un candado colgado sobre el río Senna. Amor a flor de piel, pero efímero. Escalofríos y calambres en los pies. Temblor en las piernas, labios agrietados. Agarrados a todos lados desgastando nuestros huesos flacos, piel con piel. Inocentes nos quisimos, desconociendo que la madurez se estaba acercando.

Movías montañas por mí, lo sé, y también epicentros. Te diste cuenta tarde de que me sacaba de quicio estudiarme los mapas de memoria para encontrarme los puntos cambiados de sitio. Te diste cuenta tarde y yo no te avisé a tiempo.

Durante un tiempo, estuve hablando en plural como si aún siguiéramos juntos. Al final me di cuenta de que el plural dejó de serlo hace tiempo. La primera persona del singular punzaba después de tanto tiempo a tu lado, había perdido la soltura de conjugarla. Tenía que volver a empezar de cero.
Las agujas del reloj e incluso el baile de las horas sobre los días en las hojas del calendario, empezaron a pesar. Tus huellas dactilares pesaban, te lo prometo.

Tardé un tiempo en entender que no aparecerías en mi portal con el perdón en los labios. Te estuve esperando, mirando tras el cristal, cómo los cielos naranjas se pintaban de azul, y cada vez este azul se iba volviendo más oscuro hasta convertirse en negro. Y así, a diario. Tardé en darme cuenta, pero ahora ya lo tengo claro. No te arrepientes de haberte marchado y haberlo dejado todo corazón arriba, hecho pedazos.

Acabé aprendiendo que si alguien podía vivir sin mí,
yo también podría hacerlo.

Aunque tú no lo sepas, ni tampoco vayas a leerlo.
Ahora vuelo sola,
sin miedos.

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