Hasta luego.

"Jamás volveré. 
Porque para volver tienes que dejarme 
la puerta entornada, abierta o al menos 
abrirla tras el portazo.
Porque para volver el camino de vuelta
debe llevar mis pasos marcados y no 
haber sido borrados con las 
suelas de tu zapatos.
Porque para volver, el hilo rojo debe
seguir unido a tu meñique izquierdo. 
Y de él, debes tú tirar de mí.
Por eso, Jamás volveré.
Porque tú ya vuelas solo, 
con las manos sin hilos rojos,
bajo el cielo añil."

Siento que estás hecho de un material
tan sensible como el de los propios sueños,
y que un leve roce puede llegar a romperte
en mil pedazos.

Apareces con tu barba de tres días
bebiéndote un café desconocido.
Agachas la cabeza y sonríes a medias,
entre personas, pero en
soledad.

Me fijo en detalles tan mínimos
como tus uñas, el tacto de tu cuello
o tus formas de desaparecer
tan rápido como el humo,
sin dejar
rastro.

Me fijo en tu manera de moverte
entre los mortales sin aparentar.
Sin querer ser importante
ni el centro de atención,
acabas siendo el mío.
Sin querer, pero
ojalá queriendo.

Eres de esconderte y mirar
desde la oscuridad,
en silencio. También de
sonreír con la cabeza
bajada para que no se te vea
la sonrisa tan preciosa
que tienes. A ver si alguien
se va a enamorar de tus colmillos
y va a desear que le dejes el cuerpo
entero lleno de
cardenales.

Por un momento, te noto
detrás de mí.
Desconozco por qué no se te desintegra
la perfección detrás de semejante
imperfección que soy
yo.

Puedo escuchar tu respiración
si afino el oído y dejo
de percibir el resto de sonidos
que resuenan a nuestro
alrededor.

Me revolucionas el corazón,
y pones las flores en mis cañones
de guerra, con sólo
aparecer por
sorpresa.

Te noto intangible,
frágil como el cristal,
resbaladizo como
el jabón entre las
manos.

Veo que cierras la puerta
con cuidado, y que te acercas
a mí para alejarte
en cuestión de segundos.

Sólo dispongo de uno.
Bailo de lado a lado
sobre la balanza de hablarte
o no hacerlo.
Me desequilibro
casi llegando a caerme,
hacia el abismo que me crean
tus manos.

Me decido y salto sobre el lado
de hablarte con cuidado.
Cojo el aire que pronto
van a llenar tus pulmones,
pronuncio "hasta luego"
y se abren tus labios.

Me respondes lo mismo
y te evaporas,
sin dejar rastro en el espacio
pero habiendo dejado
tu huella dactilar
grabada,
a fuego, en mi
corazón.

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