En la estación.
Lo que voy a contarte es que aquella noche tú ponías pegas porque tenías que hacer la maleta y al día siguiente levantarte temprano. Y al final saliste con tu jersey azul cielo y tu camisa blanca por dentro con cada botón abrochado.
No te vi salir del portal y por tanto, el olor de tu colonia no me acarició el cuello ni me dio los dos besos que tú no me ibas a dar. Te vi en la calle, en la acera de espaldas a mí. Parecía que te acabaras de vestir porque el pantalón lo llevabas mal puesto, tal vez ya estuvieras vestido de antes y no te dieras cuenta. Tal vez no te importe arreglarte porque como bien me dijiste horas después a los ojos, no pretendes gustar a nadie.
Aquella noche estabas contento, el barcelona había perdido y por ti ya podría acabarse el domingo y llegar el lunes, aunque fuera sábado. No recuerdo bien si el barcelona perdió o empató, pero estabas contento y se te notaba en los labios. Preferí perderme en ellos y en el lunar que orbita a su alrededor como un planeta.
Tú seguías construyendo con tus manos y alejándote de mí cada vez más. Estábamos cara a cara y por un momento ambos nos estábamos tocando la espalda como si en ese mismo instante nuestras manos se intercambiaran y yo tocara tu espalda y tú tocaras la mía.
Ojalá poder acariciarte la espalda. Ojalá poder acariciarte la vida.
Aquella noche me di cuenta de que tienes la piel llena de estrellas que sólo deben brillar en una habitación a oscuras. Imagino que también tendrás un agujero negro en el ombligo y una galaxia en la cabeza en forma de remolino o espiral.
Te he imaginado cientos de veces entre las sombras sonriéndome y susurrándome al oído pero nunca te cumples. Pasas dos veces por mi corazón. Y tres, y cuatro, y cinco pero nunca te quedas.
Lo que no te he contado es que me he pasado toda mi vida esperando a alguien que al final, me he acabado dando cuenta de que soy yo misma.
Y no he llegado tarde porque no he pillado el tren. Te has ido sin ofrecerme billetes de ida ni vuelta. Nos fuimos sin decirnos adiós ni mirarnos a los ojos. Yo estaba cansada como para seguir perdiéndome en ti y tú no querías encontrarme.
Estoy perdiendo todos los trenes, pero yo soy mi vida.
Aún estoy en la estación y pienso quedarme hasta cuando yo diga.
No te vi salir del portal y por tanto, el olor de tu colonia no me acarició el cuello ni me dio los dos besos que tú no me ibas a dar. Te vi en la calle, en la acera de espaldas a mí. Parecía que te acabaras de vestir porque el pantalón lo llevabas mal puesto, tal vez ya estuvieras vestido de antes y no te dieras cuenta. Tal vez no te importe arreglarte porque como bien me dijiste horas después a los ojos, no pretendes gustar a nadie.
Aquella noche estabas contento, el barcelona había perdido y por ti ya podría acabarse el domingo y llegar el lunes, aunque fuera sábado. No recuerdo bien si el barcelona perdió o empató, pero estabas contento y se te notaba en los labios. Preferí perderme en ellos y en el lunar que orbita a su alrededor como un planeta.
Tú seguías construyendo con tus manos y alejándote de mí cada vez más. Estábamos cara a cara y por un momento ambos nos estábamos tocando la espalda como si en ese mismo instante nuestras manos se intercambiaran y yo tocara tu espalda y tú tocaras la mía.
Ojalá poder acariciarte la espalda. Ojalá poder acariciarte la vida.
Aquella noche me di cuenta de que tienes la piel llena de estrellas que sólo deben brillar en una habitación a oscuras. Imagino que también tendrás un agujero negro en el ombligo y una galaxia en la cabeza en forma de remolino o espiral.
Te he imaginado cientos de veces entre las sombras sonriéndome y susurrándome al oído pero nunca te cumples. Pasas dos veces por mi corazón. Y tres, y cuatro, y cinco pero nunca te quedas.
Lo que no te he contado es que me he pasado toda mi vida esperando a alguien que al final, me he acabado dando cuenta de que soy yo misma.
Y no he llegado tarde porque no he pillado el tren. Te has ido sin ofrecerme billetes de ida ni vuelta. Nos fuimos sin decirnos adiós ni mirarnos a los ojos. Yo estaba cansada como para seguir perdiéndome en ti y tú no querías encontrarme.
Estoy perdiendo todos los trenes, pero yo soy mi vida.
Aún estoy en la estación y pienso quedarme hasta cuando yo diga.
Comentarios
Publicar un comentario