Tóxica. (Cuento breve delirista)

"Aún sigo buscando mi lugar en el mundo, 
tratando de encajar, pero no lo encuentro.
 Será que tú no estás.
 Me siento una pieza impar, 
suelta de un rompecabezas 
con el que ya no encajo.
 Un defecto de fábrica que pulula 
por la sociedad."

Tenía una toxina en los labios que enamoraba con locura a todos los hombres que los rozaban con los suyos y morían literalmente de amor. Por eso las autoridades avisaron que había que besarla con mascarilla para no contagiarse.
Me atreví a ser valiente y a besarla sin mascarilla. A ella pareció no importarle.
Prefería morir después de haber sentido sus labios con los míos a vivir una vida sin haberlos sentido nunca. Y nos besamos durante no sé cuánto tiempo, perdí el sentido del mundo. Giraba en torno a ella. Ahora ese era mi rumbo.

Pasaron los días y no me moría, me quedé a su lado por si lo hacía. Me cogía a sus piernas infinitas, las besaba y ¡cuántos besos cabían en ellas! ¡Cuánto amor yo le daba!
Siguieron pasando los días y seguía vivo. Su toxina no pudo conmigo.

Hacíamos el amor a oscuras mientras recitaba todos los versos de los veinte poemas de amor de Neruda en mis oídos. No sé si nosotros hacíamos el amor, o el amor nos hacía a nosotros. De todas formas, no morí. Me auto-proclamé inmune a su toxina.

Ella era una diosa tóxica venida desde el paraíso divino.
El día de la auto-proclamación, nos fundimos en un mismo ser proclamándonos humanos. Proclamándonos,
vivos.

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