Siento.

Siento porque forma parte de mi terciopelo,
de estas ganas locas que hacen volteretas
y se desesperan por volverte a ver.

Y reconozco que soy una idiota
que se muere de hambre por
quien no le da de comer.

Ahorco a mis ganas con la soga
de palabras que te escribo,
diciéndote que echo de menos verte;
sabiendo que tú no serás capaz
ni siquiera valiente
de escribirme lo mismo.

Y en el fondo lo sé
y aun así me dices
que echas de menos otras cosas.

Y yo no necesito saberlo;
si no me echas de menos
no contestes.

Si no se te incendia ni un
rincón de tu pecho al pensar en mí
o escuchar mi nombre,
no me hables de besos,
ni siquiera me preguntes.

Yo no sé ser consciente
de que pierdo el tiempo contigo,
porque te miro la boca
y veo la vida pasar.

Y la vería a tu lado
si quisieras,
o dejaría de verla
por no poder dejar de
mirarte.

No tengo palabras que me crezcan
porque no me riegas.
Y mis hogueras intentan protegerse del frío,
y no apagarse.

Porque es febrero y hay almendros que florecen
y es mi pecho el que se cierra.

Y mis hogueras se vuelven pequeñas
para no ser cenizas y llevar tu nombre escrito.

Y flojito te digo, casi en silencio,
que si hubiera sabido aquel día
que no volvería a verte hasta dentro de meses,
te habría abrazado hasta el fin de los tiempos.

Me habría acercado a tu mano,
te habría llevado hasta mí
y aquella canción que algunas mañanas
tarareo mientras camino deslizándome
entre el amor y la melancolía,
tendría un significado distinto
si hubieras estado a mi lado.

Te diría que esta noche he leído un lugar,
el que te guarda cobijo algunas noches
y te envuelve.

Allí mismo te abracé, y aún al recordarlo
me tiembla el cuerpo. Y allí mismo tu mano
siguió a mi mano; y allí mismo mi boca
se precipitaría al vacío de la tuya
si le pidiera un beso a modo de suicidio.

No te miento si te digo
que he sentido la emoción en la garganta
atravesada por la posibilidad de cruzar miradas
-y alguna flecha de Cupido-.

Por que me embriagaras de nuevo al mirarte
a la cara, y reconocer en tu cuerpo
la mejor obra de arte que he visto,
desde el palco de mis ojos.

Para cubrirte de besos como si besarte
fuese tejerte una manta
para que no tengas frío.

Porque que no te engañen:
verte es el verdadero espectáculo.
Necesitas saberlo.

Por los fuegos artificiales
que nacen en mis ojos
y la orquesta sinfónica
que empieza a tocar en mi pecho.

Y es que siento,
siento con la sangre que me fluye
por las venas, siento por ti
de esta manera y las manos
no alcanzan a escribírtelo.

Porque que llegasen hasta ti
sería mi grieta en el mundo,
mi nudo, mi fin.

Y es que siento,
porque forma parte de este terciopelo
que me caracteriza por ser idiota.

Comentarios

Entradas populares de este blog

En el centro.

Por escuchar tu voz.

Las batallitas.