Siempre te voy a estar queriendo.

Hace trece años nunca había perdido a alguien por primera vez.
De todos modos uno nunca se acostumbra a perder a un ser
querido. Nunca se acostumbra a la extirpación que ello supone.
Al vacío que causa irremediablemente. Al dolor en el pecho
en forma de maraña. Y tampoco era él alguien cualquiera,
era mi abuelo.

Quizá no me recordara, quizá el Alzhéimer me barrió de su cerebro,
de sus neuronas, pero recuerdo el cariño en su voz cuando me cantaba
y me llamaba "rapacina". Y si hubiese podido, en vez de vino o agua,
te habría elegido a ti por siempre para poder conocer al hombre que
fuiste antes de que la enfermedad ocupara tu cabeza y empezase
a desmontarlo todo como si fueras a mudarte. Como si acaso
quisieras hacerlo.

Hay llamadas que hacen los ojos añicos. Hay instantáneas en los ojos
que jamás se van, pasen cinco años, pasen siete o pasen trece.
Recuerdo que mi madre me avisó una noche, crucé el pasillo
y vi a mi padre llorar tapándose la cara. Poco tiempo después
fuimos hacia el norte.

Hace trece años yo no sabía lo que era perder por primera vez
a alguien querido. No volver a verle más. No poder tocar sus manos,
mirarle a los ojos, abrazarle. Una noche soñé que aquella noche
y sus días y sus años posteriores habían sido tan sólo una broma,
y que estabas vivo y venías a verme y en mí no cabía la felicidad,
pero nadie me creía porque no podían verte.
Y en el fondo fue bonito durante un momento sentir que estabas
de nuevo a mi lado, que ahora podía comprenderte mejor,
aprender de ti más.

Hace trece años yo no había llorado tanto con una pérdida.
Nos recuerdo a Lúa y a mí en la cocina por la mañana.
Recuerdo los dibujos que llevábamos al hospital.
Yo nunca había perdido a alguien tan querido pero supe
sentir el desgarro, la grieta, la oscuridad de un vacío
expandiéndose.

Y sólo sé que siempre te voy a echar de menos.

Cuando hice la foto de la sombra en el mar, me gustó
que éste llenase mi sombra por la parte de mi cabeza,
como si la marea pudiese atizar con fuerza con sus olas
mis ideas y sacudirme el dolor.

Hoy trece años después sé que el mar no arrastra esos vacíos de mí
pero a ti sí me acerca.

Y no me importa cuánto duela porque a ti
siempre te voy a estar queriendo.

                                                                   - Enrique, 1 de febrero -

Comentarios

Entradas populares de este blog

En el centro.

Por escuchar tu voz.

Las batallitas.