La otra noche.

Te recuerdo tal y como eras la otra noche,
estabas dándole la última calada al cigarro
vestido de azul. Con esas manos,
esos brazos, esos ojos y esa voz
que tanto me conmueven.

Pensaba sorprenderte y para mi sorpresa
lo hiciste tú, que me cogiste por banda,
y me cambiaste los esquemas
y no pude ni moverme.

Me tendiste la mano y la mía fue a la tuya
como si hubiesen mantenido en secreto un plan de fuga
y el mundo se nos escapase de las manos
dejando paso a otro mejor.

No veía a tus amigos, los míos se alejaban
y en ese mismo instante sólo estábamos nosotros
o no sé si alguien más.

Me recuerdo entre tus brazos,
y me sobran las palabras por cómo me temblaba el corazón.
Y recuerdo a nuestras bocas susurrándose al oído,
y lo impacientes que estaban nuestros ojos por mirarse una vez más.

No conseguí dormir por culpa de los capullos
de los gusanos de seda de mi estómago que muy pronto
de madrugada comenzaron a revolotear convertidos en mariposas,
que jugaban recién traídas a la vida,
con mis nervios.

Y recuerdo aquel mensaje,
que me hubieses buscado en ese momento,
y no sé si habrías sido capaz
o tan sólo eran simples palabras.

Pero desde la otra noche te tengo atravesado
en los pulmones y no puedo respirar,
y también eres el protagonista de mis sueños.

Te diría que no quiero verte más,
pero alguien canta y yo le escucho,
y dice que te tengo entre mis ojos,
que en mis oídos aún suenan tus susurros
y también te tengo en mi garganta
cuando me sale la voz.

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