La Luna y su puente Madrid-San Vicente.
Marina me dijo una vez que desde Madrid
no se veían las estrellas…
Por eso decidí subirle la Luna,
para que la viera.
Una noche le subí la luna a Marina para que la viese desde
Madrid ya que allí no se ven las estrellas. Por desgracia aquella noche se estrenaba
una obra cuyas protagonistas eran las nubes y no cabían lunas en el escenario…
no las querían a ellas.
Marina me dijo que tenía que subir yo también para
iluminarla mejor con mi luz pero aquella noche me quedaba un poco lejos... Así
que me quedé observando la Luna como nunca antes lo había hecho.
Viendo lo bonita e inalcanzable que era (y es), pensé en lo increíble que era que alguien
hubiese dejado sus huellas en ella. La tristeza llegó a mí al preguntarme si la
luna nos echaría de menos, si querría vernos otra vez. Tal vez se hubiese
sentido utilizada como si un hombre la hubiese besado y hubiese hecho que se
sintiera especial y se hubiera escapado de madrugada.
Marina, en cambio, pensaba que se había sentido acompañada.
Yo tan sólo quería abrir un puente entre ella y yo gracias a
la Luna. Un puente, un acueducto, un
pasadizo secreto… lo que ella quisiera. Pero Madrid aquella noche no me estaba
ayudando a construir.
De repente, Marina, me dijo que podía observar desde Madrid
una media luna. La luna estaba sonriendo. Y mientras la Luna sonreía
entre las nubes, Marina y yo la observábamos a la vez que se iba construyendo
nuestro puente secreto.
El puente que conectaría Madrid y San Vicente, sólo para
nosotras y que en ese mismo momento no nos haría sentirnos tan lejos.
No sé cómo lo hago siempre. Pero ojalá podamos construir
muchos más puentes observando a la Luna.
Gracias Madrid, una vez más, por dejarte construir con olor
a lluvia.
Gracias Madrid,
gracias Marina,
porque yo tampoco sé cómo lo haces...pero hazlo siempre.
Comentarios
Publicar un comentario