Insecticida.

"Quiéreme o no me quieras
pero si me vas a querer,
quiéreme bien,
quiéreme fuerte.

Porque las cosas más bonitas
de la vida,
hay que vivirlas fuerte.
Por eso quiero que
me quieras así,
para siempre."

Le dijo en forma de susurro
al oído una noche de
septiembre.

Y es que el amor
no es suficiente si
las mariposas
vuelan a contracorriente
sin motivo
aparente.

Por eso,
prefirió el insecticida.

Porque el veneno
desciende,
una muerte fácil,
sencilla.

Y las mariposas se convierten
en polillas.
Abres la boca y escapan
como murciélagos de una guarida.
Y se esconden en los armarios,
y la gente les tiene miedo.

Y se acabaron las mariposas.
Y se acabó el amor.
Ella también se escondía
porque le tenía miedo.

Le tenía miedo a quererle
aquella noche de septiembre
y que le dijera que no,
que no le quería para siempre.


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