Hablemos del odio con el que te quiero. Porque te quiero más que te odio. Por eso te quiero... Y no te odio.

Hablemos de lo imposible que es
coincidir contigo en el espacio.
También del tiempo que llevamos sin
hablarnos.
Hace mucho que las máquinas de escribir
no se calientan con el roce de tus dedos
escribiendo sobre nosotros,
escribiendo sobre mí.

Hablemos de lo difícil que es echarte a un lado
y seguir avanzando sin acordarme de ti
cada vez que me miro las manos.

Dime qué puedo hacer si no dejas de alejarte todo el rato.
Si me pinchan en el costado todos los acordes
que grababas para mí.

Si ya no tengo el corazón vallado como antes,
el muro de hormigón se fue cayendo a pedazos cada
vez que tus palabras no iban para mí.
La valentía se escapó de mis labios
para colarse en los tuyos y besarte
por fin.

Ahora tropiezo con cada piedra que sale
a mi paso y odio no encontrarte aquí.

Odio extrañarte como te extraño,
odio haberte grabado en mi regazo.

Odio que me lanzases desde lo más alto
y dejases impactar mi huesos contra tus huesos,
mis versos contra tus cuerdas,
mis sueños contra tus yemas.

Odio que dejases colisionar mi cráneo
con tu caja torácica y te pareciese
arte ver desangrarme mientras mi sangre
comenzaba a bombear tu corazón.

Odio que tú me ayudases a sobrevivir
y que yo de alguna forma te salvase
para respirar el mismo aire los dos.

Odio que te hayas olvidado de mí,
también odio no poder odiarte,
porque ni siquiera te odio,
nada en absoluto.

Comentarios

Entradas populares de este blog

En el centro.

Por escuchar tu voz.

Las batallitas.