"No eliges la lluvia que te va a calar hasta los huesos."

Una vez alguien me caló tan profundo
que aprendí a vivir bajo un diluvio
con una pulmonía abrazada a los pulmones.

Tardé años en secarme y que acabara aquel deshielo,
aunque aún hay días que me noto por dentro
como si mi corazón tuviese goteras y me hubiesen salido
humedades en la piel.

Y llegué a creer que ya casi estaba seca,
hasta que apareciste tú como un aguacero
y no me diste tiempo a protegerme ni a agarrar el paraguas
con fuerza.

Fue como caer en unos brazos que no estaban ahí
para agarrarme pero evitarlo fue imposible
cuando sabes que al mirar a alguien de forma distinta
ya te has perdido para siempre.

Y me invitaste a una copa que yo rechacé
porque los te quieros se me habrían quedado pegados en los vasos;
pero lo que tú no sabías es que ya me había bebido
hasta el poso de tus ojos.

Lo que tú no sabías es que ya me habías invitado
al verte sonreír porque me embriagaste en cuanto moviste los labios
y llegué a creer que mientras me mirabas, por un momento,
el mundo había dejado de moverse.

Pero todo fue una ilusión que me he creído siempre
para levitar sin aire y destrozarme el corazón.

Y ahora para olvidarte necesitaré quinientas noches,
y cuando consiga intentarlo, tan sólo otras quinientas más;
que los 19 días Sabina me los ha pasado por alto,
aunque ambos sabemos que falta me harán.

Te escribo aunque siempre diga que no voy a volver,
porque a las manos siempre me llegan estas ganas
con sus tropas de guerrilla para que intente luchar en vano.

Y ahora creo que soy un río que espera a la sequía,
al verano y la calidez de un abrazo largo que me seque
y me encamine a desembocar en el mar.

Y no dejo de darle vueltas a la misma idea una y otra vez:
que ojalá tú también fueras un río para fluir conmigo
y dejarnos llevar por la corriente...

Pero sé que aunque "tú no eliges la lluvia que te va a calar hasta los huesos"
como diría Cortázar, sí el llevar paraguas o mirar el tiempo y no salir.

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